viernes, 13 de abril de 2012

VIOLENCIA EN CASA Por: Fernando Alvarez Díaz




La violencia que vivimos tiene muchas caras. No es necesario estar en medio de una balacera, o ser acosados por un secuestrador, o ser asaltado en la calle, o sufrir la extorción de un drogadicto. La violencia se vive muchas veces dentro de casa, donde muchas veces hay maltrato físico a la esposa, al esposo, a los hijos, a los adultos mayores, a la trabajadora doméstica. En casa se viven situaciones de acoso y abuso sexual. El marido que abusa de “su mujer” y la golpea. La mujer que acepta esta situación porque es “su marido” y puede hacer lo que quiera con ella. La Mamá les grita y golpea a los hijos. El hermano mayor  le grita y golpea al menor, el hermano menor le grita y golpea al perro y salen a la calle a matar pájaros.
Los niños. Pensamos que es en la calle donde corren más riesgo de sufrir abusos, pero es en casa en donde se cometen la mayoría de abusos a menores, por parte de hermanos, padres o parientes cercanos. Que no siempre se denuncian. Que se guardan como secreto familiar y el culpable permanece impune y la víctima se convierte en culpable.
En Estados Unidos, según estadísticas del FBI, cada minuto es violada una mujer, y una de cada cuatro niñas menores de 4 años sufren abuso sexual. En México, 70 % de las agresiones sexuales a menores son cometidas por personas cercanas a la víctima, el 35% de los agresores son familiares. En Costa Rica, el 95% de las embarazadas menores de 15 años fueron víctimas de incesto. En Brasil, se ha disparado el número de mujeres que denuncian agresión sexual dentro de las cuales, el incesto es generalizado en todks los sectores de la sociedad brasileña.
En América Latina, solo se denuncia la cuarta parte de las agresiones sexuales.
La seguridad en casa debe comenzar con la confianza de los niños para denunciar o platicar sobre las actitudes agresivas de las personas con quienes viven o frecuentan.
Mucho ojo, eh? 

martes, 3 de abril de 2012

IDENTIFICADO CON LAS VÍCTIMAS




Llegamos a la Semana Santa en nuestros ejercicios espirituales de Cuaresma y nuespra reflexión de hoy está relacionada con la visita de Benedicto XVI a México, un país que él mismo reconoce y Calderón así lo presenta, como un pueblo que ha sufrido mucho. Son muchas las víctimas de la pobreza, de la injusticia, de la violencia, del abandono, pero el Papa no vino a solidarizarse con ellos, mucho menos a abogar por ellos, ni siquiera a hablar con ellos, ni a reconocer a las víctimas de los abusos del clero, no tenía tiempo para eso.
Estas víctimas mexicanas ven en Jesús crucificado el rostro del sufrimiento que ellos comparten, que ellos viven, y buscan en Jesús su amor solidario y compasivo.
IDENTIFICADO CON LAS VÍCTIMAS
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 28/03/12.- Ni el poder de Roma ni las autoridades del Templo pudieron soportar la novedad de Jesús. Su manera de entender y de vivir a Dios era peligrosa. No defendía el imperio de Tiberio, llamaba a todos a buscar el reino de Dios y su justicia. No le importaba romper la ley del sábado ni las tradiciones religiosas, solo le preocupaba aliviar el sufrimiento de las gentes enfermas y desnutridas de Galilea.
No se lo perdonaron. Se identificaba demasiado con las víctimas inocentes del imperio y con los olvidados por la religión del templo. Ejecutado sin piedad en una cruz, en él se nos revela ahora Dios, identificado para siempre con todas las víctimas inocenpes de la historia. Al grito de todos ellos se une ahora el grito de dolor del mismo Dios.
En ese rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendenta, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda dar culto a Dios olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos.
Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos separar a Dios del sufrimiento de los inocentes. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria.
Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros días. No nos está permitido seguir viviendo como espectadores de ese sufrimiento inmenso alimentando una ingenua ilusión de inocencia. Nos hemos de rebelar contra esa cultura del olvido, que nos permite aislarnos de los crucificados desplazando el sufrimiento injusto que hay en el mundo hacia una "lejanía" donde desaparece todo clamor, gemido o llanto.
No nos podemos encerrar en nuestra "sociedad del bienestar", ignorando a esa otra "sociedad del malestar" en la que millones de seres humanos nacen solo para extinguirse a los pocos años de una vida que solo ha sido muerte. No es humano ni cristiano instalarnos en la seguridad olvidando a quienes solo conocen una vida insegura y amenazada.
Cuando los cristianos levantamos nuestros ojos hasta el rostro del Crucificado, contemplamos el amor insondable de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si lo miramos más detenidamente, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados que, lejos o cerca de nosotros, están reclamando nuestro amor solidario y compasivo.