Hace algunos años, cuando cantábamos en la misa de 11 los
domingos, en el coro de la Parroquia de San Cosme, vivimos una experiencia
singular. Era una boda. Los novios frente al altar. El padre oficiando la misa,
Todo transcurría normal. Cantábamos y nos llenaba de orgullo estar ahí. Eran ya
varios años que el coro de San Cosme reunía a nuestras familias en misa. Recuerdo
que después del ofertorio, la figura de una viejecita apareció por el pasillo
central, caminando hacia el altar, despacio, y a cada paso se veía en su cara
el dolor que le causaba el caminar. Nos causó extrañeza porque iba vestida de
novia. Su vestido blanco percudido por el tiempo, su velo sucio y maltratado,
un paraguas en la mano derecha como bastón y en la mano izquierda, su bolsa del
mandado.
No dudó en llegar hasta situarse a la derecha del novio. Del
otro lado, la novia oficial. La escena provocó un murmullo generalizado en un
momento de la misa en que deberíamos estar orando, en silencio.
Mario, uno de los compañeros del coro, tuvo la intención de
arreglar la penosa situación y discretamente se acerco a la ancianita. Por detrás,
intentó sujetarla de los brazos para hacerla a un lado, pero ¡ZAZ!, ¡SOPAS!
La ancianita presintió el intento de Mario por retirarla del
lugar y, sorpresivamente utilizó su paraguas como espada y cual mosquetero le
propinó una estocada en la garganta a Mario que impulsivamente y por su
destreza en las artes marciales, pudo sujetar a la ancianita entre sus brazos.
La escena era entre cómica y dramática. La abuelita forcejeaba, los feligreses se escandalizaban. El Padre hizo
una pausa, y después de ver que no había manera de hacer a un lado a la novia
espuria, le pidió a Mario que la dejara en paz. La Misa prosiguió hasta el
final con el novio con dos novias.
Esta anécdota me da pie para presentarles la narración de
Alberto Barranco, miembro fundador de nuestro movimiento, quien hace algún tiempo
escribió “Ciudad de la Nostalgia”.- “Historias de San Rafael”, (nuestra
colonia) publicada en el periódico Reforma y que les presento en tres partes.
Estoy seguro que a los
amigos que ya lo leyeron les gustará recordar estas historias, como cuando las
platicábamos en nuestras reuniones en el Sanborn´s de insurgentes. Y para los
que no las han leído, les encantará conocer los orígenes de nuestro barrio.
Cuántos recuerdos.
Ciudad de
la Nostalgia/ Historias de San Rafael
Primera parte
Por
Alberto Barranco Chavarría
Por
Alberto Barranco Chavarría
(16-Jun-2002).-
"Ego te absolvum..."
Al eco del espanto de la batalla, la palabra gris del viejo fraile
dieguino sonaba a sacrilegio. Se diría ajeno a la punta de la daga apremiando
su costado. Ajeno al brillo de las espadas. Ajeno al duelo de los gritos. Ajeno
a la ausencia de ornamentos, altar, campanas, incienso, misal, bancas,
redinatorios, sedas, vinajeras, velas, velos, arras, anillos...
-Si alguno de los presentes conoce algún impedimento...
Ella, originaria de Filipinas y vecina del barrio de San Cosme, se
llamaba Ignacia María Cruzat, La China, para más señas. El, originario de
Sevilla y vecino del callejón de Medinas, se llamaba Domingo Sánchez De Tagle.
No hubo amonestaciones.
De hecho, a la boda, cobijada por lo profundo de la noche y bendecida
por la pura portería del convento de los Descalzos Viejos, llamado luego de
Nuestra Señora de la Consolación, sólo acudirían, sin galas ni invitaciones,
sin vestido blanco ni jubón de seda negro con alforzas y encajes blancos, los
seis hermanos del novio y las tres criadas de la novia.
El amor invencible de la riquísima heredera del ex gobernador de
Filipinas, Honorato Cruzat, y el caballero que se había jugado la vida por ella
en duelo de capa y daga con el conde de Santiago. La eterna historia de la
negativa de mano; la huída; el depósito de la novia; la ceremonia furtiva...
-¿Acepta usted por esposo...? ¿Quién les fue con el chisme a los primos
de La China? ¿Quién llevó a la mujer que juraba ser la esposa legítima del
novio? ¿Quién desnudó la primera espada? ¿Quién pidió al cura confesar al novio
al vuelo del escándalo? ¿Quién curó el desmayo de la bellísima filipina de pelo
inmensamente negro y ojos color miel? El hecho es que a la media noche, cruzado
al fin el laberinto del "Hasta que la muerte los separe...", la vieja
calzada de Tlacopan, a la vera del acueducto de La Verónica, estaba llena de
corchetes, arcabuceros y lanceros, enviados por el mismísimo Virrey de la Nueva
España, quien hizo expedita justicia en bata.
Después de pagar una multa, ¡válgame Dios!, de 20 mil pesos oro -el
costo de 50 mansiones veraniegas en el barrio de San Cosme en 1703-, Domingo
Sánchez de Tagle sería escoltado a Veracruz, donde tomaría un barco rumbo...al
destierro. Sus hermanos cubrirían, entre todos, una multa de 10 mil...
A su vez, los parientes de La China, diez mil pesos de pena pecunaria al
calce, tendrían su casa por prisión durante seis meses...tiempo suficiente para
que Ignacia María Cruzat profesara en el convento de San Lorenzo.
Qué importaban los ruegos de la mitad de la corte, incluídos los de la
señora virreina, quien le levantaría tres semanas el habla a su marido, en favor
de los enamorados.
Qué importaba la confesión de la supuesta legítima, quien había
regresado el caudal cubierto por su actuación. Qué importaba la codicia de los
Cruzat.
Lo cierto es que un mes después La China moría de fiebres...tabardillo,
decían los médicos, dejando a su legítimo esposo y marido la mitad de sus
bienes...y la otra a una casa de niños expósitos.
Y dicen que de vez en vez
llega a la iglesia, dedicada luego a los santos gemelos, médicos ambos, Cosme y
Damián, con la esperanza de casarse, ahora sí, como Dios manda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario