Conflictos en Israel, hambre en África (por ejemplo), invasión
en Asia o Latinoamérica por tropas del imperio … Y, sin ir tan lejos: asesinatos y extorsiones en Guatemala, niños
muertos por desnutrición en
Guatemala, corrupción en Guatemala…
Pero a pesar de eso la
pequeña vida de cada día tiene que seguir y en Guatemala la gente sigue yendo al mercado, al futbol, a
la milpa, a las distintas iglesias.
Muchos, en su iglesia se
olvidan, desgraciadamente, del hambre en África y de los niños muertos por desnutrición.
Algunos pastores y padres en el templo,
intentan recordar a los fieles lo que sucede en el mundo. Procuran hacerles pensar y orar sobre lo que sucede en otros países y en su tierra.
“Ya se está metiendo el padre en política -dicen algunos-
al templo venimos a rezar; nos olvidamos
de lo que sucede ahí fuera…”
En las iglesias católicas,
a mitad
de la misa, el padre levanta un trocito de pan blanco y redondo: “tomen y
coman que esto es mi cuerpo”.
Los fieles se acercan y
comen este trocito redondo. Luego irán a su casa a almorzar. Como
complemento de la hostia pequeñita
que comieron, seguirán comiendo en
familia algo más sustancioso. Pero otros
se tendrán que contentar con mucho menos.
Completarán el menú de la misa con unas tortillas con sal o chile, acaso unos
frijolitos.
Un teólogo (Leonardo Boff) cuenta en uno de
sus libros (“Los sacramentos de la vida”)
que una mujer se acercó al padre después de misa: “Padrecito fui a comulgar porque
tenía hambre y no había podido
encontrar nada que llevarme a la
boca.”
“Tomen y coman, que esto
es mi cuerpo”. Había dicho el padre. Un poco después, ayudado por algunos “ministros” cuando hay mucha gente, se pone a dar ese pan, cuerpo de Cristo, a
los que se acerquen.
Para celebrar esa
ceremonia, que es tan sencilla aparentemente, podemos ver reacciones muy distintas. ¿Quieren que
hagamos un repaso de los diferentes modos como la gente comulga? Veamos:
1.- Los (las) que
se complican: Se acercan,
hacen una genuflexión, luego la señal de la cruz y se besan los dedos,
luego juntan las manos y sacan la lengua, después de comulgar algunos (son
casos conocidos) se quedan de rodillas allí mismo y no dejan pasar a los de
detrás que se ponen nerviosos…
2.- Los (las) que lamen: Sacan una
lengua larga y cuando les van a poner lo hostia
en ella le dan un lametón en los
dedos al ministro , que con disimulo se
limpia en la manga.
3.- Los (las) boquita de
urna: su boca escomo una urna
de votos con abertura estrechita.
El ministro tiene que apuntar cuidadosamente para introducir en ese
angosto buzón el redondelito sagrado. A veces falla el golpe.
4.- Los (las) que
muerden.- abren una boca de
tiburón y cuando el celebrante les
da el pan la cierran de prisa y si se
descuida, le muerden un dedo.
5,. Los (las)
indeciso(a)s.- acercan la cabeza, la
apartan, la mueven de un lado a otro
y hay que ejercitar la puntería para darles la comunión.
6.- Las mamás en ejercicio. – Son las
mamás que se acercan con sus bebés. Es una situación simpática. A veces
el tiernito está mamando y con él no hay problema. A veces el tiernito se anda revolviendo y mirándolo todo. Cuando se
acerca la mamá, el alarga el bracito. Si
te descuidas te quita la hostia y hace la primera comunión a los cinco meses.
Si usted está atento escuchará la carcajada de los ángeles. El repartidor de la
comunión (si no es un escrupuloso) también se reirá bajito.
Llevamos seis casos,
seis, número diabólico y no se me ocurren más…. ¡Ah sí!. El 7.
El siete es. el (la)
“anticuado(a)”: El anticuado se
acerca a comulgar y cuando el padre dice “el cuerpo de Cristo”
él alarga la mano abierta. Le colocan la
eucaristía en su palma. El se lleva el pan a
la boca , comulga y se vuelve a su sitio. Y ya está.
No está del todo.
Entonces quien no ha oído hablar del concilio que hubo hace unos 50 años, se asusta
y piensa que es una falta de respeto. ¡Tocar la eucaristía con la mano!…¿¡a
dónde vamos a parar!?. Debe de ser
más santa la lengua que la mano, para
que se asusten de eso.
Algunos que comulgan
en la mano, dicen con cierta razón que es por higiene, que en el tiempo
actual, con los peligros de contaminación de los alimentos es más seguro
este sistema de la mano que no te venga contagio por la boca y los dedos.
Aunque, no me van a creer,
hay algunos presbíteros
(sacerdotes) que se escandalizan de que
un cristiano corriente reciba la comunión en la mano.
Seguramente los
escandalizados no recuerdan a un tal
Jesús de Nazaret que, cuando estaba cenando con aquellos
pescadores de manos ásperas, les dijo
(fue el primero, y el único, a quien se le ocurrió): “tomen y coman, que
esto es mi cuerpo”. Luego partió en trozos un pan, un pan de verdad (no una
galleta finita como la de hoy). Se lo
fue dando… en la mano, claro, en la mano rugosa y manchada de aceite y grasa de cordero que habían comido antes. Se
metieron el pan en la boca lo masticaron, con los ojos abiertos de asombro,
pensando: “… ¡Esto es su cuerpo que se entrega por nosotros!… Eso de
entregarse anuncia peligro, tal
como anda este país…”.
Y en efecto, poco después no les dijo
“pueden ir en paz” sino: “levantémonos y vámonos de aquí”. Salieron hacia el Huerto de los Olivos”. La
continuación de lo que pasó ya la saben.
Pero estábamos hablando
de la comunión. La comunión de aquellos
pescadores y de todos los que los años después se les unieron.
Cuando aquel condenado resucitó y les levantó la
moral, los seguidores del resucitado se
siguieron reuniendo en cenas para
recordarlo. Volvieron a compartir la
comida y a partir el pan recordando su
vida y sus palabras: “coman , esto es
mi cuerpo”. Luego lo repartían y compartían en sus manos de trabajadores y
trabajadoras y se lo llevaban a la boca.
Si en aquellos días alguno o alguna hubiera dicho: “a mí no me lo des en la mano.
Dámelo en la boca, en la boca”… Le
hubieran contestado: “¿pero en la boca por qué? Eres un niño pequeño?. ¿No
sabes compartir la comida con todos normalmente, como una persona mayor que tiene
manos y sabe lo que hace?”…
Pero esta es una
historia muy antigua. Al cabo del tiempo, a alguien se le ocurrió decir
que mejor en la boca, que seguramente Jesús
se había equivocado. Y ahí nos tienen.
Hoy entre quienes presiden
la
celebración de la misa hay dos maneras de pensar. Unos prefieren dar la comunión en la boca, otros en la mano.
Por lo que se ve quienes la dan en la
mano a quienes quieren, no les importa
dársela también en la boca a quienes la prefieren así.
Pero tengo la impresión
de que muchos que la dan en la boca lo
hacen queriendo obligar a que siempre y
para todos sea así y se irritan contra quienes ponen la mano.
Desde luego empeñarse
en esa lucha, mientras vemos en el mundo
conflictos en Israel, hambre en África
(por ejemplo), invasión en Asia y Latinoamérica por tropas del imperio… y sin
ir tan lejos: asesinatos y extorsiones
en Guatemala, niños muertos por desnutrición en Guatemala, corrupción en
Guatemala…
Que cada uno tenga
libertad de comulgar como quiera. Que
nos preocupemos de lo importante: de que
la comunión sea el compromiso para seguir
a quien dijo: “Esto es mi cuerpo
que se entrega por ustedes”. Que después de comulgar, en la boca directamente
o a través de la mano, vayamos entregando nuestra vida para que acaben las corrupciones, y las guerras; que
haya pan o tortillas para que todos las
compartamos en la mano, en la boca, nos lleguen al estómago y nos calienten el
corazón.
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