En este día mundial del Medio Ambiente, ningún texto más inspirador que el que escribió Eduardo Galeano en su libro Patas Arriba, faltando un año para concluir un milenio y comenzar otro. Pueden oírlo aquí en su propia voz o leer el texto, o las dos cosas. Que lo disfruten. Incluye comercial de Coca-Cola, como Dios manda.
DERECHO AL DELIRIO
DERECHO AL DELIRIO
En el siglo veintiuno,
si todavía estamos aquí,
todos nosotros seremos gente del siglo pasado
y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.
Aunque no podemos adivinar el tiempo que será,
sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar
el que queremos que sea.
Las Naciones Unidas ha proclamado
extensas listas de derechos humanos,
pero la inmensa mayoría de la humanidad
no tiene más que el derecho
de ver, oír y callar.
¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado
derecho de soñar?
¿Qué tal si deliramos por un ratito?,
al fin del milenio,
vamos a clavar los ojos más allá de la infamia
para adivinar otro mundo posible:
El aire estará limpio de todo veneno que no venga
de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
La gente no será manejada por el automóvil,
ni será programada por la computadora,
ni será comprada por el supermercado,
ni será mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser
el miembro más importante de la familia.
La gente trabajará para vivir,
en lugar de vivir para trabajar.
Se incorporará a los códigos penales
el delito de estupidez,
que cometen quienes
viven por tener o por ganar,
en vez de vivir
por vivir no más.
Como canta el pájaro,
sin saber qué canta,
y como juega el niño,
sin saber qué juega.
En ningún país irán presos los muchachos
que se nieguen a cumplir el servicio militar,
sino los que quieran cumplirlo.
Los economistas no llamaran nivel de vida
al nivel de consumo;
ni llamarán calidad de vida
a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán
que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán
que a los países les encanta ser invadidos.
El mundo ya no estará en guerra contra los pobres,
sino contra la pobreza.
Y la industria militar no tendrá más remedio
que declararse en quiebra.
La comida no será una mercancía,
ni la comunicación un negocio.
Porque la comida y la comunicación
son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre,
porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados
como si fueran basura,
porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados
como si fueran dinero,
porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio
de quienes puedan pagarla,
y la policía no será la maldición
de quienes no puedan comprarla.
La justicia y la libertad,
hermanas siamesas,
condenadas a vivir separadas,
volverán a juntarse,
volverán a juntarse bien pegaditas,
espalda contra espalda.
En Argentina, las locas de plaza de mayo
serán un ejemplo de salud mental,
porque ellas se negaron a olvidar
en los tiempos de la amnesia obligatoria.
La perfección,
la perfección seguirá siendo
el aburrido privilegio de los dioses.
Pero en este mundo,
en este mundo chambón y jodido,
cada noche será vivida
como si fuera la última,
y cada día como si fuera el primero.
Eduardo Galeano, Patas Arriba, Buenos Aires, diciembre de 1998.
si todavía estamos aquí,
todos nosotros seremos gente del siglo pasado
y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.
Aunque no podemos adivinar el tiempo que será,
sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar
el que queremos que sea.
Las Naciones Unidas ha proclamado
extensas listas de derechos humanos,
pero la inmensa mayoría de la humanidad
no tiene más que el derecho
de ver, oír y callar.
¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado
derecho de soñar?
¿Qué tal si deliramos por un ratito?,
al fin del milenio,
vamos a clavar los ojos más allá de la infamia
para adivinar otro mundo posible:
El aire estará limpio de todo veneno que no venga
de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
La gente no será manejada por el automóvil,
ni será programada por la computadora,
ni será comprada por el supermercado,
ni será mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser
el miembro más importante de la familia.
La gente trabajará para vivir,
en lugar de vivir para trabajar.
Se incorporará a los códigos penales
el delito de estupidez,
que cometen quienes
viven por tener o por ganar,
en vez de vivir
por vivir no más.
Como canta el pájaro,
sin saber qué canta,
y como juega el niño,
sin saber qué juega.
En ningún país irán presos los muchachos
que se nieguen a cumplir el servicio militar,
sino los que quieran cumplirlo.
Los economistas no llamaran nivel de vida
al nivel de consumo;
ni llamarán calidad de vida
a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán
que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán
que a los países les encanta ser invadidos.
El mundo ya no estará en guerra contra los pobres,
sino contra la pobreza.
Y la industria militar no tendrá más remedio
que declararse en quiebra.
La comida no será una mercancía,
ni la comunicación un negocio.
Porque la comida y la comunicación
son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre,
porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados
como si fueran basura,
porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados
como si fueran dinero,
porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio
de quienes puedan pagarla,
y la policía no será la maldición
de quienes no puedan comprarla.
La justicia y la libertad,
hermanas siamesas,
condenadas a vivir separadas,
volverán a juntarse,
volverán a juntarse bien pegaditas,
espalda contra espalda.
En Argentina, las locas de plaza de mayo
serán un ejemplo de salud mental,
porque ellas se negaron a olvidar
en los tiempos de la amnesia obligatoria.
La perfección,
la perfección seguirá siendo
el aburrido privilegio de los dioses.
Pero en este mundo,
en este mundo chambón y jodido,
cada noche será vivida
como si fuera la última,
y cada día como si fuera el primero.
Eduardo Galeano, Patas Arriba, Buenos Aires, diciembre de 1998.
HAY RAZONES PARA CREER EN UN MUNDO MEJOR:
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