De niña tuve poliomielitis y desde entonces soy
motivo de burla. En mi trabajo, soy la coja que no va a las fiestas ni a paseos,
que no tiene novio. Estoy cansada de vivir así. ¿Será mejor que renuncie?
Estaba parada a la orilla del parque con mis muletas y mi tristeza
de siempre, y desde ahí los veía jugar. Yo sabía que los domingos en la tarde
los encontraría jugando y soñaba jugar con ellos.
Tenía muy poco de haber llegado de España, no conocía a
nadie, no tenía amigos.
¿Cómo fue que tuviste poliomielitis?
Cuando era bebé, mi mamá que era madre soltera, tenía que
trabajar y me llevaba a una guardería donde unas madres me cuidaban y ahí la obtuve
por contagio.
¿Cómo fue tu infancia?
“Pili la coja”, así me decían en la escuela, yo no podía jugar, ni correr y menos saltar en el patio como ellas. Mis
compañeritas no entendían el daño que me hacían. Dicen que a esa edad somos
crueles. No creo que lo pensaran, pero los años que pasé en el colegio no
fueron muy felices, lloré mucho porque los niños de mi edad me hacían ver mi
defecto, una pierna más chica que la otra y con un aparato ortopédico y un
bastón.
En mi casa, mi mamá casi no estaba conmigo pero hacía todo lo posible
por consentirme. Mis tías me quieren a pesar de que no podía caminar bien.
Cuando terminé la preparatoria, estudié Historia del Arte, no
tendría necesidad de utilizar mis piernas en mi profesión y estudiar fue mi
escape. Mis amigos que conocí en el parque y estudiar se convirtieron en mi
burbuja mágica.
Cuando llegó la hora de trabajar, mi jefe estaba muy contento
con mi trabajo, había un proyecto que yo tomé como mío y puse todo mi empeño en
el.
Pero mis compañeros de la oficina, como los niños de la
escuela, me demostraban cruelmente su desprecio. Me invitaban a bailar a
sabiendas que no puedo, y se burlaban comentando entre ellos que yo bailaría
con el “pasito tun-tun”. No iba a las reuniones, ni a las fiestas con nadie de
la oficina.
Cuando me buscaban era para que les echara la mano en el
trabajo, nada mas.
Me nombraron directora de un museo virtual que fue el
proyecto en el que trabajé mucho tiempo, y ahora era una realidad. Llegó el día
de la inauguración, la presentación a los medios, las entrevistas.
Me convertí en el centro de las envidias de mis compañeros, y
en el foco de sus agresiones.
“Pobrecita, como es discapacitada…”
“El jefe le tiene lástima, por eso está ahí”
Buscaban la forma de obstaculizar mi trabajo, de sabotearme,
de marginarme.
Un día, había preparado la presentación para el proyecto de una exposición que presentaría en la junta
de directivos. Todo estaba listo. Ese día cuando llegué a la oficina por mi
computadora, ¡los archivos estaban borrados!
¡Lo último que me faltaba!... Sobre la burla de cada día, ¿tendré que
soportar también la envidia? Ya no aguanto más. Que si mi pierna, que si cojeo,
que si no voy a la playa… ¡Es horrible! ¿Qué hago? ¿Renuncio a este trabajo?
¿Me quedo y aguanto todo?
Continuará …